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Por razones a menudo ajenas a mi voluntad, a veces me toca almorzar ‘en la calle’ entre semana (actividad reservo para los viernes con un grupo de amigos), y por cuestiones de comodidad, cuando eso sucede, me toca ir al C.C. Arca porque es el que más cerca me queda del trabajo. Anteriormente mi opción fija en la Feria de Comidas de ese Centro Comercial era Subway, una que otra vez Pollo Graduado o Burguer Express (a.k.a. Burguer Vargas), descartados de plano Mashka y sus esperas interminables y los demás locales con ‘menú ejecutivo’.

Hace poco más de un mes cerraron Burguer Express y en su lugar abrieron un Racing Gourmet, sitio que me encanta (al menos el del Sambil) porque es uno de esos lugares donde te sirves cuanto quieres, pagas según el peso y tiene esa sazón y presentación ‘casera’ que no me hace extrañar tanto la comida de mi madre cuando no puedo llevarla.

Primer día que voy al lugar, hago la ronda de costumbre, me sirvo lo que quiero y cuando me toca pedir bebida la chica del mostrador me acota que no tienen vasos ‘para llevar’ (no tienen tapitas pues), pienso que como están empezando se les pasa y le digo que no importa porque yo no iba muy lejos. Pago y me voy. La comida bien, como siempre.

Un par de semanas después vuelvo, repito el circuito y sigue el cuento: No tienen vasos para llevar (ya es como para que aprendieran a tener esta opción a la mano), lo dejo pasar de nuevo. El problema se da cuando me toca pagar: La chica de la caja, con su actitud de ‘que fastidio estar aquí atendiendo a esta gente’, me indica «Son 25,20»… Acto seguido le paso 27 Bs. porque con toda sinceridad no tenía monedas a la mano (es decir, no tenía los 0,20); luego se da el toma-y-dame de rigor:

«No tiene más sencillo? No tiene los 0,20?»

«No, me disculpa pero de verdad no tengo»

«Pues yo no tengo nada de monedas para darle vuelto» (Y con la mirada me decía «Resuelva usted»)

–> (Inserte mi expresión de «Y?» aquí) <–

Ella abre la caja y registra cada compartimento hasta que consigue algunas monedas, las va tirando de la forma más grosera contra el mostrador y logra contar 0,80… pero le seguía faltando 1

«Me falta 1 bolívar» decía

–> (De nuevo, inserte mi expresión de «Y?» aquí) <–

A todas estas, la cola de gente seguía estancada porque obviamente yo no me movía y la tipa no resolvía tampoco.

Finalmente su compinche de caja se compadece de ella y le entrega un paquetico de monedas, que precisamente sumaba el bolívar que le faltaba. Me voy… con la intención de no volver en mucho tiempo y retomar mi hábito de comer en Subway.

Será que los establecimientos de este tipo aprenderán alguna vez? Será que se pueden organizar y ANTES de abrir caja se acerquen a un banco a conseguir algo de cambio para evitar estas escenas?? Será que algún día tendrán vasos con tapita para llevar??? ¬_¬

Lo más irónico del asunto es que junto a la caja había otra caja (literalmente) forrada de Navidad y con la leyenda ‘Gracias por su aguinaldo’… sinceramente, si la actitud de la tipa hubiese sido otra, una actitud realmente ATENTA y decente yo no hubiese tenido problema en decirle «Déjalo así y cuando tengas cambio lo metes en la cajita de los aguinaldos», pero lamentablemente no se los ganó ni como limosna.

Por: Oswaldo Parra

Reciban mi más cordial saludo. En el día de hoy compré a través de su página en internet tres boletos para la película High School Musical 3, proyectada en la sala 5 de Cinex en el CC Metrópolis de Barquisimeto. El proceso fue rápido, sin presentar ningún inconveniente. De inmediato recibí la confirmación por correo electrónico de la transacción y el número de control de la misma.
Me dirigí al cine con una hora de anticipación (para no arriesgarme a los 45 minutos que han fijado como límite) para retirar mis entradas a través de la máquina expendedora, siendo el caso que la máquina estaba apagada, por lo que me dirigí a la cajera y le manifesté que quería retirar las entradas que ya había cancelado con mi tarjeta de crédito. La cajera me dijo que tenía problemas con el sistema, por lo que llamó a un supervisor, quien después de unos diez minutos me indicó que él mismo me llevaría a la sala al momento de iniciarse la función porque la máquina no había imprimido los boletos (ni mi comprobante de compra). Acepté la solución y unos 25 minutos antes de iniciar la función me dispuse a hecer la cola en la venta de alimentos del cine, observando que de ocho cajas sólo una estaba funcionando, a pesar de que había una fila de al menos 18 personas.
Llegado mi turno, casi a la hora de la función (2:00 pm), me entregaron las cotufas que obsequian por la compra de las entradas (gracias de nuevo al supervisor, quien le informó a la cajera), compré algunos productos y ocurrió lo siguiente: el monto total de la compra era de Bs 41, y la cajera me preguntó si tenía Bs 1. Le manifesté que no y me preguntó si quería «completar» el monto de mi compra con un Cocosette. Yo no deseaba nada más, por lo que me dijo que no tenía sencillo para darme cambio, y le respondí que se quedara con el cambio si no me podía dar vuelto, o que lo pusiera en un cochinito para el aguinaldo. La señorita me llamó «grosero»… ¿Grosero? Grosero es que se cometa un error con un cliente y esperen que siga pasivo aceptando las reglas que impone el local. Grosero es que la cajera me arroje los pitillos al yo responderle que tuve que esperar inútilmente a que me entragaran los boletos QUE YO PAGUÉ, no los pedí regalados ni me los dieron en la radio; además de que el servico en el expendio de alimentos era escaso y lento.
¿Que si yo estaba molesto? Pues sí, pero no insulté a nadie, aunque no podían esperar paciencia de mí en ese momento.  Lo mejor del caso es que la cajera me dió el cambio exacto: un billete de cinco, uno de dos y dos monedas de un Bolívar (total 9 Bs). ¿Para qué me dijo que no tenía cambio? Ya sé, si 100 clientes aceptan el Cocosette, la caja registra 400 Bs extra. Pero si yo conozco la técnica y no la acepto el cajero DEBE entregarme mi cambio.
Imagino que mi caso es el resultado de Una Serie de Eventos Desafortunados, pero espero que si tienen un departamento de reclamos, y si aplican principios de Gestión de Calidad y Mejora Continua en su organización, puedan emplear este caso como ejemplo de lo que puede molestar y hacer marchar a un cliente. Yo seguiré asistiendo a sus salas, pero no gracias al sabor de sus cotufas ni a lo cómodo de sus butacas, sino gracias a ese anónimo supervisor que se disculpó conmigo y supo escuchar mi queja, sin decirme como la señorita de la caja: «No es conmigo que se tiene que quejar».
Señorita: la cara de la empresa ES USTED. La empresa ES USTED.
Cinex: esa muchacha los hace verse mal (peor que una película pirata). Ideen formas de resolver conflictos sin lesionar al cliente.
Señor supervisor: mi admiración y mi agradecimiento para con usted.
Intencionalmente no averigué los nombres de los empleados, ni de los corteses ni de los agresivos, eso queda de parte de ustedes.

Atentamente,
Oswaldo Parra
CI 00000000
Tlf: 04xx0000000
NÚMERO DE TRANSACCIÓN: 4588797

Por: Edelweiss

Creo que Cinex está dejando de ser mi opción preferida para ir al cine. El fin de semana fui a ver La Virgen Negra, y sin pensarlo mucho escogí el Cinex del Babilón porque es el que siempre está más solo y tal. Ni soñar con encontrar entradas en Sambil, por ejemplo.

Fui y como siempre, sin colas, sin estrés ni gentirín compré mis tickets y entramos tan tempranamente que aún no habían apagado las luces de la sala. El efecto fue parecido a la razón por la que no me gusta ver cómo se preparan algunas comidas :s

La sala era un desastre: asquerosa, desordenada, horrible. Pero lo que más me impresionó no fue el desorden de cotufas y papeles tirados en el piso y los asientos, sino lo mugrientas que están las sillas… esas cómodas y grandotas sillas. Inmundas, negras, nunca jamás en la vida les han pasado un “trapito” (como decimos en Barquisimeto), una esponja o algo. Aquello tiene acumulado como 5 años de mugre en cada uno de los asientos. Se pasan.

Como es costumbre, me fui a protestar y a ver qué decían los que allí trabajan, sin esperar nada, no soy tan ilusa. Me les acerco y les digo:

Edelweiss: “Oye, aquí nunca limpian esas salas?”
Chico Cinex: “Lo que pasa es que el personal de mantenimiento está libre hoy” (Hoy es un día sábado, ok?)
Edelweiss: “Y nadie lo sustituye? Nadie pasa una escobita? Recoge? Coletea?»
Chico Cinex: “No señorita y como ya es tan tarde” (9 y 30 p.m.)
Edelweiss: “O sea, que quienes venimos a la última función nos tenemos que calar el desastre que dejan todos los que vinieron a las funciones anteriores???”
Chico Cinex: “Es que hay poco personal. No somos muchos y el cine es muy grande, pero usted puede escribir en las sugerencias que aparecen en nuestra página web” (jajajajajaja)
Edelweiss: “Yo obviamente no espero que se pongan a lavar la sala, cosa que deberían hacer de vez en cuando, pero al menos pudieran recoger un poquito, todo está patas arriba, o al menos apagar la luz para que el resto que entre a la sala no vea todo ese caos”.
Chico de Cinex: Le hizo una seña veloz a una compañera quien salió corriendo a apagar la luz

O sea…

Siguió entrando la gente y no se dieron cuenta a primera vista como nosotros, del deplorable estado de la salita de cine, e iban ganando. Hasta que me senté con mis tres compañeros, no me había percatado del gran pegoste que era el piso: un pichaque. Pega pura, pues. Al salir de la sala uno de mis compañeros de cine, llevaba pegada a sus zapatos una colección de papelitos de pitillos, cotufas, bolsitas de chucherías, etc. Una buena muestra.

Entonces yo me pregunto:

1.    ¿Será que todas las salas de cine son así y uno con la luz apagada casi siempre, no se da cuenta?
2.    ¿Será por eso que las salas del Babilón siempre están vacías?
3.    ¿Cuánto pagarán ahí en el Cinex como para responder sin el menor interés y como con anemia las inquietudes de un cliente, estilo “piense lo que quiera”?

Al salir, el chico Cinex nos dio las buenas noches, y señalando los pies de mi amigo, el coleccionista de papelitos en el zapato, le dije en un tono muy exagerado, claro: “la sanidad debería cerrar este cine”. Y él junto a otros dos compañeros respondieron: “Llámelos!!!”.

Por Edelweiss

Hace un par de días estaba antojada de la hamburguesa de pollo de KFC. Debo acotar que a mi no me gusta el pollo, normalmente no visito Arturo’s, ni Pollos Sabroso, ni Pollo Graduado, ni Church’s Chiken ni nada que se llame pollo.

Sin embargo, en KFC hay algunas cositas que me gustan, entre ellas, las hamburguesas que son un poco picositas y todo. Hay dos tipos: la de milanesa de pollo, que nunca hay, y la de pollo molido que es la medio picante.

Después de hacer la colita, me sorprendió mucho ver que la gorra y franela del uniforme decían “Maniáticos del servicio”. Aquella frase me dejó muda unos segundos y me llenó de esperanza porque pensé que alguien realmente estaba consciente de lo que significa prestar un buen servicio. Me impactó y me sonaron como campanas de fondo.

Hasta que volví a hablar y le digo al que atiende “dame por favor dos hamburguesas de pollo molido”. Y él responde: “disculpe, en este momento no tenemos pollo molido”. Al borde de la decepción, le pregunto “¿y de milanesa?”. Y escucho: “tampoco, no tenemos ningún tipo de hamburguesa”.

Después de la corta ilusión de la frase y el clásico amotinamiento al enterarme de que lo que quería, no lo tenían, me pregunté: ¿CUÁL ES LA MANÍA ENTONCES??? Y me fui a comer una insípida hamburguesa (nada picosa) en Mc Donald’s.

Y Adri agrega:

En KFC del Sambil casi nunca hay hamburguesa, lo sé porque yo sí busco cualquier cosa con pollo… y si es entre dos panes mejor (que lo digan en Burguer King que no salgo del King de Pollo) :p

En un principio pensaba que era por el horario en que yo iba (luego de las 9 de la noche, cuando terminaba clases en la Alianza Francesa), pero una vez me acerqué al mediodía (hora para que tengan de todo) y tampoco había.

Pero en qué se basa realmente mi queja? En lo siguiente:

Cuando logré que me prepararan una hamburguesa me llevé la decepción del año, se las describo: Pan, medio tarro de mayonesa, chancleta con sabor a pollo (o pollo con sabor a chancleta, como prefieran), capa de mayonesa, 1/2 Kg. de lechuga, el otro medio tarro de la mayonesa y pan… no tomate, no cebolla, no salsas varias, sólo lechuga, pan, chancleta/pollo y MA-YO-NE-SA… casi vomito :s

Por eso, y por la ‘manía de NO servir’, KFC quedó tachado de mi lista… además que ya me he ido reconciliando con Church’s Chicken =)

Aquí también damos espacio a los que hacen las cosas bien… quedan pocos, así que hay debemos echarles flores para que sigan así y contagien a los demás =)

Es el turno de Medi-Veb, tienda de productos y servicios veterinarios, ubicada en la Av. Lara, Barquisimeto (tienen otras sucursales, pero esta es la que yo frecuento).

Desde que tengo mascota (poco más de 5 años), me he recorrido buena parte de las tiendas de la ciudad dedicadas al ramo, y la verdad es que al final decidí ‘casarme’ con Medi-Veb por varias razones:

– La tienda (al menos la de la Av. Lara) siempre está ordenada y LIMPIA, de verdad provoca entrar, se los digo porque la mayoría de los establecimientos suelen estar sucios y mal distribuidos… pienso que no por ser tienda veterinaria deben parecer chiquero.

– Es muy raro que uno entre al sitio y no le respondan el saludo. Cuando no lo hacen generalmente se encuentran todos sumamente ocupados atendiendo a alguien más, sin embargo, no dejan de ser atentos o amables con los que recien llegan… al parecer están concientes que no son los animales los que compran, sino sus dueños (que somos, en su mayoría, gente).

– Los que atienden SABEN qué tienen o no en stock… o al menos se toman la molestia de verificar y dar una respuesta satisfactoria a quien lo requiera.

– SIEMPRE hay por lo menos un médico veterinario o algún profesional del área, quienes no dan señal de molestia si de asesoría y orientación se trata: Si no hay el medicamento o vitamina que buscas, te recomiendan otro (basados en la ciencia y no en el precio), igual con los alimentos o juguetes o CUALQUIER COSA. Por supuesto que les interesa vender, pero lo hacen de manera conciente y responsable.

En general, es un buen sitio si de consentir a las mascotas (y a sus dueños) se trata.

Ah! cuando vayan, no olviden saludar a Florentina, una cariñosa y coqueta Golden Retriever que siempre sale a recibir a los que van llegando =)

Por: Edelweiss

Ser diabético en esta ciudad es sinónimo de ser siempre, siempre mal atendido en las farmacias. No importa la época, si la medicina es nueva o vieja, lo más seguro es que el farmaceuta, sea doctor y vendedor, no tenga ni la menor idea de lo que estás hablando.

Llegué el domingo a Locatel en busca de las agujas que uso para inyectarme insulina. No son inyectadoras comunes, porque uso un “pen” estilo lapicero, que lleva unas agujitas como tapitas que son las que logran la inyección. Hay que decir “tapitas” porque sino, siempre ellos pensarán que se trata de las jeringas.

Pregunto “tienes agujitas para pen BD Ultrafine” (marca que uso). Y la doctora me responde “sí, hay de 5 y de 8” (que son los milímetros) Ohhh qué rápido, no lo podía creer. Cuando me trae la caja, no eran BD Ultrafine, sino otra marca, que ya he usado antes, pero no es mi marca de confianza pues. Las Novofine. Y le pregunto “pero no tienes Ultrafine?”, y ella responde “no, pero esas le sirven a todos los pen, es lo mismo”.

Raro en mí, me conformé con esa respuesta y me las llevé. Pero la acción duró poco porque apenas me monté en el carro, dudé mucho de la similitud entre ambas agujas y destapé la caja, saqué una aguja y efectivamente, las Novofine eran 8mm, pero enoooormes, nada parecidas a mis acostumbradas Ultrafine.

Sin pensarlo mucho, Nelson cerró la caja como si nada y se bajó para preguntar si había otras más pequeñas, de otro número en esa marca, y cambiarlas. Me fue a buscar al carro porque no estaba seguro de la cosa, y cuando llegué al mostrador estaba la doctora con dos cajas de BD Ultrafine …. ¿qué significa??

Le digo “ah, pero sí tenías Ultrafine”, y ella responde: “ sí, pero unas muy grandes y unas muy chiquitas para niños o personas muy delgadas”. Hasta donde yo sé, yo soy una persona muy delgada, e independientemente de eso, lo que me pregunto y me estresa es ¿qué le hace pensar a ella QUE NO LAS VOY A QUERER SI SON MUY GRANDES O MUY CHIQUITAS? ¿Bd Ultrafine no fue lo primero por lo que pregunté, y por lo que insistí cuando vi las Novofine?, entonces qué le importa a ella si son grandes o son pequeñas, si es la marca que yo me quería llevar desde el principio.

Resulta que las agujitas de niño que ella decía, son mis preferidas de todas porque justamente, son bastante pequeñas y cómodas para los que nos tenemos que inyectar varias veces todos los días, y que como todas las cosas importadas, no se consiguen con frecuencia por estos lares.

Finalmente, me llevé las que quería, pero el punto en este caso es la decisión apresurada que por mí había tomado la doctora de Locatel del este. Inferir y decidir, porque según ella todas son lo mismo….y este cuento no es nada para las barbaridades que mi padre y yo hemos oído con respecto a insulinas, lancetas, glucómetros…que puede ser que a ustedes no les suene, pero no les suene a los que los venden??? Nooooo!!!

Ya hemos reseñado algunos sitios y servicios negativos por los que tenemos que pasar a diario, pero este espacio también es para darle lugar a quien sí entienden lo importante de ATENDER BIEN a su público.

El turno es para Rancho Bel, en el C.C. Metrópolis de Barquisimeto y la anécdota comienza así:

Era el cumpleaños de mi suegra y, como es costumbre, el plan era salir por allí a comer y tomarse unos tragos no más, la pregunta era ¿dónde? Porque ninguno quería ir al lugar de siempre, con las pizzas de siempre y los mesoneros amargados de siempre (no exagero, siempre terminamos celebrando los cumpleaños en el mismo sitio). Y entre sugerir y decidir todos apoyamos la sugerencia de ir a Rancho Bel… cero expectativas o predisposiciones.

Llegamos a eso de las 9:20 pm y, mientras ordenamos las bebidas y observamos el sitio, a mi suegro se le ocurre preguntar a qué horas cierran y le contestan que a las 10 :s ¡Pánico! Éramos 6 personas (+2 que faltaban por llegar), jamás íbamos a poder ordenar, comer y celebrar en menos de media hora… todos pusimos cara de tristeza y dijimos «Bueno, será que nos vamos», pero el jefe de mesoneros (digo yo que era el jefe porque su uniforme era diferente) se nos acercó con total amabilidad a decirnos que no había ningún apuro, podíamos quedarnos a comer y celebrar sin problema… sólo nos pidió que ordenáramos la comida de una vez porque la cocina sí cerraba puntialita a las 10. No se dijo más y nos quedamos =)

De ahí en adelante la atención fue de primera, los mesoneros nos explicaban los platillos y sus contornos con mucha cordialidad, nos hacían recomendaciones y estaban siempre muy pendientes de tener a la mano cualquier cosa que necesitáramos: bebidas (alcóholicas y no alcohólicas, según el caso), agua, soda, servilletas, los cubiertos adecuados y hasta las copas adecuadas (no hay nada peor para nosotras que llegar a un sitio y que nos sirvan, por ejemplo, la cerveza en una jarra ideal para vikingos).

Otro punto a favor fue la comida, no sé si a ustedes les pasa lo mismo pero yo suelo desilusionarme mucho de un sitio cuando veo algo súper apetitoso y bien presentado en el menú y en lo que me lo llevan a la mesa parece una bandeja de feria de las comidas de un centro comercial, todo amontonado al estilo ‘como caiga’. Aquí no, lo que ven en la carta es lo que reciben… como para tomarle fotos antes de comenzar a comer.

Finalmente, cantamos cumpleaños, repartimos la torta (hasta a los mesoneros y bartenders les tocó un pedacito), pagamos por supuesto y nos fuimos con una gran sonrisa y, lo más importante (¡atención empresarios!), nos quedaron ganas de volver… algo que creo debería ser la norma en la mayoría de los sitios.

Y para que no digan que es sólo UNA opinión, dense un paseo por el blog de Edelweiss y verán que, coincidencialmente, ella también fue (por su cuenta y en un día diferente) y comparte las mismas impresiones que les acabo de narrar.

Por: Yayo

Buenas tardes,

Los molesto con mi correo ya que me parece que ustedes como franquicia reconocida y de larga trayectoria en el país debe conocer lo que opina un cliente sobre uno de sus restaurantes.

Vivo en Barquisimeto, lamentablemente no puedo hablar bien sobre este restaurante ya que hay muchas cosas que deberían poner atención porque se nota la caída en la calidad del servicio que prestan en Barquisimeto. Entre algunas cosas que les puedo comentar:
* Restaurante Sucio: al entrar al restaurante se puede observar lo sucio que están los pisos, ventanas, mostradores, techos, baños. Lo cual a la primera no da buena impresión.

* No tienen aire acondicionado en buen estado.

* No sirven los extractores por lo que los clientes salen del restaurante con un exquisito aroma de comida impregnado en el cuerpo y ropa.

* De 2 cajas registradores que existen, solo presta servicio 1 lo cual hace que se creen largas colas para realizar los pedidos.

* Crew mal presentados, los empleados que están es esta tienda en primer lugar tienen un carnaval de “uniformes”, de uniforme lo único que tienen es el nombre. Todos los empleados tienen uniformes distintos. Las chicas despeinadas, los chicos lucen sucios lo cual no ayuda a tener una buena impresión.

* Los empleados no conocen los GUANTES.

* Comidas mal presentadas, creo que debería ser una norma la presentación de las hamburguesas. El abrir el envoltorio en que presentan una hamburguesa pasa a ser una tragedia cuando se le ve la cara a la misma… NO PROVOCA COMÉRSELA.

* Las papitas fritas no son crujientes.

* Las ensaladas ademas de que no son frescas, en ocasiones he observado que no se percatan de revisar si los tomates y/o lechugas están en buen estado. Aparte que nunca tienen el aderezo que acompaña a cada ensalada y le ofrecen al cliente cualquier otro aderezo sin importarle la “Receta original de Wendy’s”

* Lo mismo sucede con las Papas Asadas, nadie certifica la calidad de las papas el día que me provocó comerme una papa asada con queso, al picar a la mitad la misma vi con mucho asco que en ella habitó en algún momento algún gusano que por desgracia no tuvo tiempo de escapar y que por suerte NO ME COMÍ.

* No existe vigilancia formal en el estacionamiento, pero cuentan con un calificado grupo de “Centinelas callejeros” que aunque no te cuidan el vehículo, si te exigen pago pos sus “Servicios de Vigilancia”.

* Carencia de Supervisores, esta apreciación la hago en primer lugar porque el único Supervisor que observé en la tienda estuvo todo el tiempo preparando Papas Fritas con un gorrito en la cabeza y en segundo lugar lo digo porque si existiese Supervisor en ese restaurante, todos los puntos arriba mencionados no fueran ciertos.

Invito a que se den una vuelta por este restaurante en calidad de clientes y no de personal de la franquicia para que se den cuenta que todo lo que les digo es cierto.

Les escribe un cliente asiduo a su restaurante (actualmente por necesidad ya que no cuento con otro restaurante de comida rápida cerca) y espero que sirva de algo mi correo.

Este post sería más o menos como una continuación del anterior, pero en una franquicia diferente… aunque en el fondo son lo mismo :s

Por supuesto no narraré de nuevo mi calvario de andar buscando como alma en pena los libros que me faltan para completar la serie de La Torre Oscura, ya hasta me parezco al cuento de la Llorona (pero en vez de buscar a ‘mis hijos’ busco a ‘mis libros’).

Lo cierto es que por razones de comodidad y falta de vehículo no frecuento uno de los nuevos centros comerciales de la ciudad, el Metrópolis (que está al otro lado de la ciudad), de hecho creo que he ido como tres veces nada más. Y fue precisamente en una de esas escasas oportunidades que se me ocurre entrar a la librería Nacho, como para ver si tengo algo de suerte aquí… es un lugar bonito, amplio y bien iluminado, pero la atención es de bodega.

Todo comienza así: Aún no entro a la tienda, sólo veo los libros que tenían en exhibición, y claramente se notaba que los ‘facilitadores’ del lugar estaban algunos echando cuento entre ellos y otros ordenando estanterías. Bastó que pusiera un pie dentro del lugar para que, los que charlaban, corrieran cada uno a agarrar un trapeador o una escoba o fueran al depósito, por supuesto sin responder ningún tipo de saludo ni acercarse por lo menos por mecánica curiosidad para saber si yo andaba buscando algo en particular… se hicieron los locos pues.

Luego de mirar por encimita entre un par de libreros me acerco a una chica (la única que no se escondía entre los pasillos) que estaba limpiando uno de los estantes y le suelto mi ya acostumbrada pregunta «Por dónde se encuentran los libros de Stephen King?», y muy al estilo Andrés López me contesta torciendo la boca «por allừAh» <- inserten aquí una mirada de desprecio.

Logro descifrar a cuál pasillo se refería y comienzo mi búsqueda… nada… logro interceptar a otra muchacha y a esta fue como hacerle una pregunta de física cuántica, porque creo que ni sabía que existía un escritor con ese nombre, y con algo de fastidio va y le pregunta a la que estaba limpiando (sí, a la del «por allá»), por supuesto consigue una respuesta más específica y entonces se pone a buscar, pero lo hace de la forma como yo lo hice: libro por libro y entrepaño por entrepaño. Luego de 10 minutos su uni-neurona despierta y dice «Y si lo buscamos en el sistema??» <- inserten aquí una expresión nula de ¿Y si tienen sistema por qué no comienzan por ahí?

Sin embargo, uno de sus compañeros vino al rescate (de ella) y comenzó a buscar también (no, no por ‘el sistema’ sino de libro en libro y de entrepaño en entrepaño). Finalmente sale ooootro compañero más del depósito y este de una vez supo de que le estaba yo hablando y ubicó el libro casi de inmediato (el #6)… y fue el ÚNICO en demostrar una gota de amabilidad (bravo muchacho, lástima que te mandan pal depósito) ¬_¬

El momento de pagar no fue la excepción, al parecer hasta la cajera estaba molesta porque llegué yo fastidiarles el día poniéndolos a buscar unos libros… que horror, cómo se me ocurre a mí hacerlos TRABAJAR!

Al salir del lugar se escucharon sólo mis pasos, porque ni un murmuro de «Gracias» les dejé…

Aunque siempre me ha gustado leer, es desde hace poco tiempo (10 años tal vez) que me he ido entregando al divino vicio de buscar libros según mis gustos de lectura y comprarlos (antes generalmente eran prestados). Y para mí era genial entrar a una librería, pequeña o grande, sentir el olor a ‘libro nuevo’, buscar y saber que en cualquier momento de mi búsqueda podía detenerme a preguntar a algún vendedor o encargado por la existencia de algún ejemplar en particular. Siempre era atendida, con mayor o menor grado de amabilidad, pero nunca me fui sin una respuesta satisfactoria de ninguna librería.

Todo cambió con la llegada de las franquicias (no quiero decir que las franquicias sean malas, pero igual noto un patrón aquí), porque repitiendo lo descrito en el post anterior, la relación comienza muy bonita: caras sonrientes, amabilidad desbordante y respuestas para todo, hasta el «Está agotado» suena bonito… pero ese amor se acaba pronto.

En un principio, cuando por cualquier motivo me tocaba ir al CCC Las Trinitarias, una de mis paradas obligadas sin excepción era Tecni-Ciencia Libros, y creo que no había día que no saliera con un libro en la mano, pero ahora que el servicio ha estado decayendo lo pienso dos veces para entrar (sólo lo hago si tengo un libro específico en mente)… lo mismo aplica para la tienda del Sambil.

Lo que me lleva a escribir esto es una situación en particular: desde Diciembre mi novio y yo hemos estado buscando la serie de libros de La Torre Oscura, de Stephen King; acoto que sin querer compramos un ejemplar y resulta que era el último de la serie, osea, no entendimos nada cuando intentamos leerlo; resulta que luego de documentarnos mejor caímos en cuenta que eran 7 libros en total y bueno, comenzamos con la búsqueda de los 6 primeros… tomando en cuenta lo difícil que ya estaba la distribución de libros en el país. Al cabo de un mes conseguimos el Tomo I (El pistolero), lo leímos y por supuesto quedamos con ganas de más. Tiempo después, mientras buscábamos el Tomo II (La llegada de los tres), conseguimos el VI (Canción de Susannah), y así hemos estado hasta el sol de hoy, cuando nos siguen faltando el Tomo II y el IV… nada de suerte.

A todas estas, por cuestión de comodidad y cercanía terminamos yendo a Tecni-Ciencia (hay otras librerías en el perímetro, pero suelen tener un ‘horario de oficina’ nada práctico para nosotros). Es entonces cuando hemos padecido lo peorcito del servicio, cuando nos atienden, claro: miradas de fastidio (acompañadas de resoplidos de pereza), respuestas ininteligibles («Disculpe, por dónde están los libros de Stephen King?», a una encargada, «mñmñnñnñn-llá», medio levantando el dedo y sin quitar la vista de un papel en sus manos) y hasta indiferencia total… prueba de mi invisibilidad pues. Pero la respuesta que más me ha dado risa sucedió en la tienda del Sambil, y demuestra la falta de preparación que tienen estos trabajadores en su ocupación: El día que consigo el Tomo III (Las tierras baldías), mientras estoy pagando, le pregunto a la chica de la caja «¿Será que saben cómo para cuando les llega el resto de los tomos?» y le explico que los he ido comprando de forma desordenada porque no llegan todos etc. etc. etc… ella le da un vistado al título del libro y me dice (en tono muy guaro) «Ay pues yo no sé, porque como a mí no me interesan ese tipo de libros pues no estoy pendiente de si los han traído todos o no»… ¿no es como para ahorcarla?!! No sé, tantas cosas que hubiese podido decir, para quedar mejor ella y dejar bien parada a la tienda: «La distribución de libros ha estado difícil y no tenemos fecha exacta…», o «No señorita, no sé, pero seguramente la encargada debe tener alguna información…», algo que sonara a que pensó!!!! :s

En fin, yo sigo con mi búsqueda sin fin… no sé, tal vez volviendo a las raices de las buenas pequeñas librerías (y escapándome del trabajo para poder conseguirlas abiertas) logre completar mi colección inconclusa.

Quejorio

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