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Este post sería más o menos como una continuación del anterior, pero en una franquicia diferente… aunque en el fondo son lo mismo :s

Por supuesto no narraré de nuevo mi calvario de andar buscando como alma en pena los libros que me faltan para completar la serie de La Torre Oscura, ya hasta me parezco al cuento de la Llorona (pero en vez de buscar a ‘mis hijos’ busco a ‘mis libros’).

Lo cierto es que por razones de comodidad y falta de vehículo no frecuento uno de los nuevos centros comerciales de la ciudad, el Metrópolis (que está al otro lado de la ciudad), de hecho creo que he ido como tres veces nada más. Y fue precisamente en una de esas escasas oportunidades que se me ocurre entrar a la librería Nacho, como para ver si tengo algo de suerte aquí… es un lugar bonito, amplio y bien iluminado, pero la atención es de bodega.

Todo comienza así: Aún no entro a la tienda, sólo veo los libros que tenían en exhibición, y claramente se notaba que los ‘facilitadores’ del lugar estaban algunos echando cuento entre ellos y otros ordenando estanterías. Bastó que pusiera un pie dentro del lugar para que, los que charlaban, corrieran cada uno a agarrar un trapeador o una escoba o fueran al depósito, por supuesto sin responder ningún tipo de saludo ni acercarse por lo menos por mecánica curiosidad para saber si yo andaba buscando algo en particular… se hicieron los locos pues.

Luego de mirar por encimita entre un par de libreros me acerco a una chica (la única que no se escondía entre los pasillos) que estaba limpiando uno de los estantes y le suelto mi ya acostumbrada pregunta «Por dónde se encuentran los libros de Stephen King?», y muy al estilo Andrés López me contesta torciendo la boca «por allừAh» <- inserten aquí una mirada de desprecio.

Logro descifrar a cuál pasillo se refería y comienzo mi búsqueda… nada… logro interceptar a otra muchacha y a esta fue como hacerle una pregunta de física cuántica, porque creo que ni sabía que existía un escritor con ese nombre, y con algo de fastidio va y le pregunta a la que estaba limpiando (sí, a la del «por allá»), por supuesto consigue una respuesta más específica y entonces se pone a buscar, pero lo hace de la forma como yo lo hice: libro por libro y entrepaño por entrepaño. Luego de 10 minutos su uni-neurona despierta y dice «Y si lo buscamos en el sistema??» <- inserten aquí una expresión nula de ¿Y si tienen sistema por qué no comienzan por ahí?

Sin embargo, uno de sus compañeros vino al rescate (de ella) y comenzó a buscar también (no, no por ‘el sistema’ sino de libro en libro y de entrepaño en entrepaño). Finalmente sale ooootro compañero más del depósito y este de una vez supo de que le estaba yo hablando y ubicó el libro casi de inmediato (el #6)… y fue el ÚNICO en demostrar una gota de amabilidad (bravo muchacho, lástima que te mandan pal depósito) ¬_¬

El momento de pagar no fue la excepción, al parecer hasta la cajera estaba molesta porque llegué yo fastidiarles el día poniéndolos a buscar unos libros… que horror, cómo se me ocurre a mí hacerlos TRABAJAR!

Al salir del lugar se escucharon sólo mis pasos, porque ni un murmuro de «Gracias» les dejé…

Aunque siempre me ha gustado leer, es desde hace poco tiempo (10 años tal vez) que me he ido entregando al divino vicio de buscar libros según mis gustos de lectura y comprarlos (antes generalmente eran prestados). Y para mí era genial entrar a una librería, pequeña o grande, sentir el olor a ‘libro nuevo’, buscar y saber que en cualquier momento de mi búsqueda podía detenerme a preguntar a algún vendedor o encargado por la existencia de algún ejemplar en particular. Siempre era atendida, con mayor o menor grado de amabilidad, pero nunca me fui sin una respuesta satisfactoria de ninguna librería.

Todo cambió con la llegada de las franquicias (no quiero decir que las franquicias sean malas, pero igual noto un patrón aquí), porque repitiendo lo descrito en el post anterior, la relación comienza muy bonita: caras sonrientes, amabilidad desbordante y respuestas para todo, hasta el «Está agotado» suena bonito… pero ese amor se acaba pronto.

En un principio, cuando por cualquier motivo me tocaba ir al CCC Las Trinitarias, una de mis paradas obligadas sin excepción era Tecni-Ciencia Libros, y creo que no había día que no saliera con un libro en la mano, pero ahora que el servicio ha estado decayendo lo pienso dos veces para entrar (sólo lo hago si tengo un libro específico en mente)… lo mismo aplica para la tienda del Sambil.

Lo que me lleva a escribir esto es una situación en particular: desde Diciembre mi novio y yo hemos estado buscando la serie de libros de La Torre Oscura, de Stephen King; acoto que sin querer compramos un ejemplar y resulta que era el último de la serie, osea, no entendimos nada cuando intentamos leerlo; resulta que luego de documentarnos mejor caímos en cuenta que eran 7 libros en total y bueno, comenzamos con la búsqueda de los 6 primeros… tomando en cuenta lo difícil que ya estaba la distribución de libros en el país. Al cabo de un mes conseguimos el Tomo I (El pistolero), lo leímos y por supuesto quedamos con ganas de más. Tiempo después, mientras buscábamos el Tomo II (La llegada de los tres), conseguimos el VI (Canción de Susannah), y así hemos estado hasta el sol de hoy, cuando nos siguen faltando el Tomo II y el IV… nada de suerte.

A todas estas, por cuestión de comodidad y cercanía terminamos yendo a Tecni-Ciencia (hay otras librerías en el perímetro, pero suelen tener un ‘horario de oficina’ nada práctico para nosotros). Es entonces cuando hemos padecido lo peorcito del servicio, cuando nos atienden, claro: miradas de fastidio (acompañadas de resoplidos de pereza), respuestas ininteligibles («Disculpe, por dónde están los libros de Stephen King?», a una encargada, «mñmñnñnñn-llá», medio levantando el dedo y sin quitar la vista de un papel en sus manos) y hasta indiferencia total… prueba de mi invisibilidad pues. Pero la respuesta que más me ha dado risa sucedió en la tienda del Sambil, y demuestra la falta de preparación que tienen estos trabajadores en su ocupación: El día que consigo el Tomo III (Las tierras baldías), mientras estoy pagando, le pregunto a la chica de la caja «¿Será que saben cómo para cuando les llega el resto de los tomos?» y le explico que los he ido comprando de forma desordenada porque no llegan todos etc. etc. etc… ella le da un vistado al título del libro y me dice (en tono muy guaro) «Ay pues yo no sé, porque como a mí no me interesan ese tipo de libros pues no estoy pendiente de si los han traído todos o no»… ¿no es como para ahorcarla?!! No sé, tantas cosas que hubiese podido decir, para quedar mejor ella y dejar bien parada a la tienda: «La distribución de libros ha estado difícil y no tenemos fecha exacta…», o «No señorita, no sé, pero seguramente la encargada debe tener alguna información…», algo que sonara a que pensó!!!! :s

En fin, yo sigo con mi búsqueda sin fin… no sé, tal vez volviendo a las raices de las buenas pequeñas librerías (y escapándome del trabajo para poder conseguirlas abiertas) logre completar mi colección inconclusa.

Quejorio

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